domingo, 12 de agosto de 2012

Españistán y el Banco Centro-Europeo (BCE)





Pocas síntesis han sido tan mediáticas como esta. El video de Aleix Saló ya es un clásico del que más adelante ofreceremos la segunda parte.  A mí me interesa su valor educativo, y de él destaco incluso una aportación al léxico macroeconómico:  S.D.M:  léase “Salario de Mierda”. Es lo que yo vengo cobrando cada vez que trabajo desde que me incorporé al mercadillo laboral.

 Rescato el término S.D.M. no por destacar su potencial tragicómico, sino porque hoy leo en la prensa que el BCE no quiere que cobremos tanto. Mi hija diría: ¡Qué morra! ¿No son ellos los guardianes de la estabilidad de precios?  El salario, según el BCE, no es un precio, más bien es un engorro. Por lo que parece el tema les ocupa tanto que  hasta se ponen broncos y tiran de artillería (recortes) y  ardor guerrero (¡YA!) amenazando con chulesca y reiterada obcecación. Como siempre, y eso ya es cansino, se liga la bajada solicitada (exigida) de salarios que compensará en un futuro inabarcable la penuria actual mediante un hipotético crecimiento de la productividad.
Y una vez más, la amenaza inefable: ¡Que viene el coco y romperá el euro! Ja, ja, el coco no viene pero se ve de lejos la mano invisible (la de Alemania y sus socios) aprovechando el tirón mediático y la mayoría absoluta del PP para imponer las condiciones depresivas vía su sucursal del BCE (banco centro-europeo).

 Se nota que los funcionarios del BCE no cobran S.D.M., sino sabrían que el impacto de la reducción de un 10% de un salario de 1.200 euros son 120 euros que van a parar íntegramente a reducir el consumo, lo que implica un impacto nulo sobre la productividad en una empresa que funcione como tal. En otro caso bien valdría la pena valorar la idoneidad de la gestión del proyecto de empresa o incluso valorar la extinción de la misma como un mal menor, llegado el caso. Algo diferente, si cabe, sería hablar de salarios-rémora de 4.000 euros, por poner un ejemplo, en entornos burocráticos poco afines a la excelencia, algo estadísticamente más raro que un perro verde más allá de falsos trabajos o mullidas butacas en instituciones que persigan intereses particulares ajenos a la producción de bienes y servicios.
 Al fin y al cabo es natural que el BCE ayude a Rajoy con los trapitos sucios propios de machacar un poco más nuestra ya de por sí depauperada demanda interna en aras de fomentar la misma ideología que propició el crack del 29. De lo que se trata ahora según ese enfoque es  fomentar conscientemente la miseria para recomponer beneficios empresariales. Y bien está lo que bien acaba… solo que la economía también tiene su corazoncito y más en un entorno recesivo. La receta clásica para fabricar una depresión económica pasa invariablemente por deprimir el consumo, ya de por sí muy asfixiado por salarios muy bajos y un brutal desempleo para fomentar un presunto “ahorro” que facilite un círculo virtuoso de expansión de la actividad. Para eso es conveniente que la renta del trabajo se aproxime lo máximo posible a la esclavitud, pues cuanto más cerca esté de ella más y mejor se recompone el “ahorro” vía beneficios. Ni más ni menos. Por supuesto, el bienestar no forma parte de este planteamiento, que se justifica a sí mismo apelando a una feliz regeneración social que nunca llega mientras se procede a actuar de forma iterativa sobre el margen bruto de las empresas:

Trabajadores avariciosos = Crisis

Situación Ideal = Esclavitud (competencia perfecta de trabajadores al borde del hambre que pagan hipoteca)

Resolución crisis:  Reconstrucción del beneficio = bajar salarios, reducir gastos superfluos (no ligados al margen cial.) = beneficios dignos

Cito, por citar algo al respecto, me remito a la nota de prensa emitida ayer por la Organización Internacional del Trabajo contestando las pretensiones del BCE:
GINEBRA (Noticias OIT) - La OIT ha advertido de que recortar los salarios en un intento por impulsar la competitividad y reducir el desempleo puede tener el efecto contrario. La advertencia fue emitida después de que el Banco Central Europeo (BCE) pidió en su informe mensual de agosto, para una mayor flexibilidad en el proceso de determinación de los salarios - como la reducción de los salarios mínimos -, junto con medidas para fortalecer la competitividad. Una disminución de los salarios tiende a conducir a un aumento de las exportaciones, pero también deprime el consumo interno, lo cual afecta el crecimiento, dicen expertos de la OIT. Dado el nivel de incertidumbre económica en el momento, también es claro si la reducción de los salarios podría generar suficientes incentivos para aumentar la inversión."Siempre que una caída de los salarios reduce el consumo interno más de lo que aumenta las exportaciones y la inversión, tiene un efecto negativo sobre el crecimiento económico de un país", dijo Patrick Belser… “Esto explica por qué la disminución de los salarios en períodos de crisis puede conllevar a una espiral de caída de la demanda agregada y la deflación de los precios, en lugar de a una recuperación”… Si una deflación salarial competitiva se persiguiera de manera simultánea en todos los países, las ganancias de competitividad se cancelarían". La OIT también advirtió que la búsqueda de recuperación de la competitividad mediante la reducción de los costos unitarios de mano de obra -vía recorte de los salarios o bien dejando que la productividad crezca más rápidamente que los salarios - sería insostenible a nivel mundial. "Si una deflación salarial competitiva se persigue de manera simultánea en todos los países, las ganancias de competitividad se cancelarán y el efecto regresivo de la reducción de los salarios globales en el consumo podría llevar a una depresión mundial de la demanda agregada y el empleo", dijo Belser. El crecimiento de los salarios que está sistemáticamente por encima del crecimiento de la productividad laboral es insostenible. Lo contrario también es cierto. "El objetivo es que los salarios y la productividad deben crecer al mismo ritmo", concluyó Belser.

Transcribo de un artículo del País publicado el 9 de agosto, al hilo de lo dicho y a modo de conclusión: “La insistencia del BCE en la rebaja de los costes laborales como solución al desempleo se ve desmentida por los datos. En Irlanda, pese a ser el país donde, según la OCDE, se han reducido más los costes laborales desde el principio de la crisis, la tasa de desempleo sigue por encima del 14%. Además, en los cuatro primeros años tras la explosión de la burbuja emigraron 99.000 irlandeses, un 2,2% de la población del país.” (El País, Thiago Ferrer Morini, 09-09-12)  
  En fin, España va bien; se huele un ambiento político y psicológico familiar, que recuerda al existente a finales de de los años 20. La situación está ahora mismo enquistada y si no se precipita es porque estamos jugando a diario a poner a prueba la resistencia de los mismos mecanismos que se desarrollaron en su día para evitar la catástrofe.   

ORÁCULO CIEGO

oraculociego.blogspot.com.es



sábado, 11 de agosto de 2012

El estado de las cosas


Por si alguien no se había percatado: Estamos en guerra.
 

Está en disputa el reparto de un queso que por lo que parece, y de la forma como se elabora, no da para contentar a todos los ratones. Por otra parte, la crisis fiscal conlleva el alejamiento de la perspectiva utópica del capitalismo de “café para todos” eclipsada por la miseria doméstica de nuestra sociedad, incapaz de garantizar medios de vida dignos para la cuarta parte de su población. La nueva crisis financiera española ligada al tocho nace dentro de una crisis estructural de largo recorrido, lo que supone tener que contar con dos fuentes de problemas interrelacionadas.

En estos tiempos tan entretenidos que corren se pretende hacer de la miseria virtud, “ahorro”, dicen algunos. Ahora que ha sido expulsado del paraíso el demonio del gasto, vuelven los ejercicios espirituales paganos con el fin de guiarnos por la senda de la austeridad. Se trata de equilibrar ambos lados de la ecuación: Hay menos queso que consumir, y nula posibilidad de financiar más quesitos,  así que necesariamente ello se traduce en menos gasto público y/o privado. Hay quien opina que la penuria es buena medicina para menesterosos, vagos y maleantes, así se espabilan y tal vez se vuelvan gentes de bien ¿No es así? Piensa lo que quieras, pero para disponer de una porción más grande de queso hay que quitársela a otro, que también quiere su parte, porque el pastel a repartir es el que es y a todo el mundo le gusta, aunque tan solo suponga conformarse con lo las migajas de otro, siempre es mejor que nada. De cualquier forma,  existe escasa inclinación por hablar del código genético de la miseria, que es lo que nos ocupa.

 Visto así la ocasión la pintan calva para que se explayen los ideólogos de la escasez. A ellos no les importa que la ausencia de crecimiento destruya el tejido social porque sin duda ello beneficia sus objetivos o los de sus amos a corto y medio plazo… A largo plazo, más miseria. Pero mejor ser tuerto en un país de ciegos que intentar curar la ceguera ¿verdad?

El buenismo es muy adecuado para explicar historietas moralizantes o cuentos económicos como aquéllos con los que nos han deleitado Aznar y Zapatero durante años y años. También tiene también su lado oscuro: Ocultar la crudeza de la realidad con un horizonte de manipulación de la conducta individual es un anestésico suave y eficiente a efectos de primar intereses antieconómicos en una sociedad infantilizada como la española. ¿Cómo sino puede haber calado tanto un verdadero disparate como el “capitalismo popular”, basado en la utopía de compartir con los bancos las migajas de los rendimientos de la especulación?  Parece que estemos abonados al pensamiento mágico, habiendo confundido sin impudicia durante años los deseos con la realidad. El espíritu neoliberal-estatal ha facilitado grandemente que sin tributar demérito alguno a merecidos éxitos aislados (a menudo ligados a la financiación extranjera), la economía española no sea capaz de desterrar el fantasma del desempleo. La herencia de la década y pico 95-07,para un español medio (honrado) supone disponer de carreteras de primera, que nos ha pagado mayoritariamente “Europa” (aunque ahora de la sensación de que se las quieren a cobrar), así como la imposibilidad práctica de comprar un coche para transitar por ellas porque los hijos están en paro, el trabajo se esfuma, o la producción se “internacionaliza”, si es que no se externaliza o simplemente desaparece porque la empresa carece de las competencias, recursos o de las ganas necesarias para adaptarse al mercado.

Sin acceder a algo tan básico como poder hacer frente a nuestras necesidades individuales y colectivas sin acudir al salvavidas del préstamo externo o a la rapiña privada interna lo llevamos francamente mal a largo plazo en términos de desarrollo económico. Y tengo serias dudas de que algún día lleguemos a ser financieramente independientes, sin hombres de negro ni  deuda externa para  facilitar la mera existencia de nuestras vergonzantes instituciones financieras. Por lo menos creo que esta reflexión es lo más positivo que se puede aprender de esta crisis. Desde luego nadie regala nada, parece que nos cuesta entenderlo ahora que andamos de “revival” de los 70.

¿Y Qué ha sido de nuestro trocito de queso? Como todo el mundo sabe: se lo han comido los ratones. Ahora toca pagarlo. Y no va a haber alternativa financiera posible. La economía se ha de sanear y crecer a base de sacrificio para que el bienestar no decaiga todavía más y los pobres, una vez más, paguen el aquelarre de la élite económica.

 No va a haber inversión externa ni plan Marshall que nos ayude, así que toca remar a contracorriente en un océano de incertidumbre durante una década, al menos, que compense la década perdida del ladrillo. Y desde luego que no basta con exportar: hay que reforzar la demanda interna con algo menos espiritual que “ahorro”, contando con un horizonte de salarios bajos (por otra parte, base de la causa de nuestra afección a consumir cuando el crédito exterior ha sido generoso) y  además liquidar un océano de deuda privada. No va a ser fácil, la exportación ayuda significativamente, pero a no ser que se incrementara de una forma nunca vista, manteniendo niveles sostenidos muy elevados no daría para cubrir las necesidades sociales en términos de empleo con nuestra estructura económica actual. Y ese es el punto más caliente en este país, el principio y el fin de los problemas económicos en España. Es inaceptable rondar un 25% de desempleados y dar por buena la cifra, como un dato, como un viejo conocido propio de la estructura económica. El paro en España clama al cielo desde hace décadas.

 Cualquier economista extranjero pondría el objetivo de crear empleo como absolutamente prioritario: Tal vez no podamos crear empleo “bueno”, para ello deberíamos ser mejor que buenos generando valor, dadas las circunstancias financieras imperantes, pero hemos de tirarnos de los pelos para generar actividad, sea como sea, para que la economía funcione como una organización social al servicio de los individuos y no a la inversa. En ese sentido,  el globo del ladrillo supuso la santificación de la mediocridad y el desvío masivo de recursos productivos a la especulación entendida como forma de vida, mientras que de las tan cacareadas reformas laborales sólo cabe esperar la  bendición de los vínculos primarios con la miseria. Confiar a estas alturas en el papel del Estado como dinamizador de la economía es mucho confiar. Este no es el gobierno adecuado para ese fin, como no lo fueron los anteriores, ni lo han sido los interlocutores sociales: patronal y sindicatos. Yo confío en que los ciudadanos llamados a filas de soportar una mayor presión fiscal de inspiración FMI a la corta o a la larga serán capaces de expresar su malestar aunque solo sea por la cuenta que les trae.

No obstante de cara a definir nuestros recursos cabe considerar que no partimos de un páramo desolado: En España se ha hecho un esfuerzo formativo brutal durante los últimos veinte años. Carece de sentido hacer apuestas a corto plazo: El filón de empleo por descubrir reside en propiciar la creación de pymes optimizando recursos financieros muy escasos, así como de la reconversión urgente de las empresas ya existentes a la dinámica del mercado exterior e interior.  Por cierto, confiar en inversiones macarrónicas de tipo “las Vegas” no es el camino. O nos metemos bien dentro de nuestro cerebro que este es el momento de emprender o no salimos de esta ni en dos décadas. Aceptar sacrificios en el presente tiene sentido esperando cosechar a largo plazo. En nuestro caso, resultan aceptables si suponen creación de empleo a largo plazo, y este empleo a su vez actúa autónomamente para facilitar mejores condiciones laborales. Pienso que ese debiera ser el objetivo central de esta década: Reducir el ejército de reserva de 6 millones de parados a niveles “europeos”. Es razonable esperar que la mera inercia del mercado de trabajo facilite la consolidación de un mercado sano, que a su vez reduzca a niveles residuales el ejercicio del endeudamiento externo, devolviendo al recurso a la deuda al papel de instrumento contracíclico del que actualmente carece. Focalizar el empleo como objetivo básico debiera ser prioritario. Hablamos de empleo, ni siquiera de recursos gaseosos como “productividad”. No hay uno sin el otro, ni se trata de subvencionar la ineficiencia. En una economía abierta basta con primar la actividad en cualquier sector; cualquier organización viable se las habrá de ver con el mercado.

Uno de los problemas de nuestra sociedad es el generoso “carpe diem” económico.  No me resisto a matizar que no todas las organizaciones ni prácticas debieran tener cabida en la asignación de excedentes sociales, sabiendo que eso es rizar el rizo… el dinero per se no tiene ética, la sociedad debiera recuperar el protagonismo cedido a fondo perdido a los apóstoles del mercado desregulado. La parte del león de la solución es política, no económica, y este camino está lleno de piedras. Nos jugamos mucho en ello. Precisamente son los sectores que debieran estar al servicio de la sociedad, y no de intereses depredatorios, como han demostrado sobradamente, los que están siendo subvencionados, lo que en sí implica un despilfarro de recursos públicos enorme. Nos hemos metido en esto, no saldremos mientras nuestros impuestos sirvan para garantizar larga vida a un modelo financiero irresponsable por decir algo suave. Y aquí queda un gran vacío a llenar: La creación de un banco público de inversiones que lidere la racionalización del sector financiero, no un banco público de activos basura de otros bancos pagados a precios de oro a costa del salario de los contribuyentes ni una reedición del ICO, sino un banco de referencia en el sector que haga lo que el mercado no quiere hacer asumiendo criterios de solidez financiera y rentabilidad.  

Por otra parte a los trabajadores públicos se les debe exigir tanto como aportan los privados. Y es evidente que se ha de racionalizar su número garantizando su eficiencia social atendiendo a criterios y objetivos propios del servicio público sin olvidar la evaluación continua de los mismos gracias a mecanismos de información transparentes.

El problema no pasa por pagar menos, sino por trabajar mejor. Ello es una necesidad real y una forma de dignificar la función pública, no exenta de sacrificios, léase despidos, que debiera estar abierta a la entrada de gestores externos ajenos a la meritocracia política pero sometidos a control social cuando ello sea aconsejable. Una necesidad imperante  a recuperar es la función de la empresa pública como medio de alcanzar objetivos sociales mal atendidos por el mercado, evitando supercherías ni deficiencias ligadas al oscurantismo propio de intereses particulares (políticos y profesionales). Para ello la actuación de la sociedad debe poder ser beligerante con las estrategias de desarrollo a seguir a medio y largo plazo, capaz de valorar los objetivos organizacionales públicos –y privados- y examinar su cumplimiento, lo que hoy por hoy exigiría una revolución de la información pública, y una redefinición  de las reglas de actuación de la ciudadanía… que podría acabar con muchas carreras políticas. En Islandia han dado un buen ejemplo práctico. Tenemos los medios informáticos precisos. No hacen falta grandes desembolsos técnicos ni otra cosa que no sea tomar una decisión valiente y comprometida. Se trata de primar una cultura de la interdependencia y congruencia de objetivos públicos y privados. El papel del político elegido democráticamente ha de ser el de facilitador y orientador, no el de virrey.

 Estamos en un punto muy interesante de nuestra historia económica: Tenemos la oportunidad de sacudirnos las pulgas neoliberales, aceptar que el individuo vive, con sus limitaciones, inserto en la estructura del Estado, y remar juntos, comenzando a exigir de la política tanto como nos quita, y exigiendo responsabilidades a nuestros gestores públicos y privados valorables con datos concretos… Esto no es una proclama estatalista, socialista ni nacionalista; es la exposición de un hecho que interesa a todos como sociedad abierta.

 La primera dificultad para desarrollarnos económicamente proviene de nuestra propia cultura, afecta a la picaresca y la mediocridad, y hemos de ser bien conscientes de ello. Ello afecta tanto a los individuos como a las empresas. La referencia obligada es Alemania. A muchos, entre los que me incluyo, me desagradan muchas cosas de ese país como la tendencia contrastada por los hechos de diluir el individuo en forma de masa, lo que se ha traducido en millones de muertos, afección al comunismo, fascismo,  o nulos escrúpulos éticos de cara a hinchar la burbuja inmobiliaria española (que no alemana –esa es otra-), por poner algunos ejemplo. Pero no cabe duda de la solvencia alemana para articular una economía sólida, con o sin plan Marshall por medio junto con una sociedad comprometida. Eso es tanto o más importante que el esfuerzo por mantener y organizar una actividad industrial de referencia obligada (y por otra parte muy subvencionada por el Estado), no exenta de defectos pero de la que podríamos aprender mucho.

¿Todo lo dicho queda en mera utopía? Escuchaba esta semana por la radio a Arcadi Oliveres hablar de la famosa ruptura del euro, el coco con el que nos vamos a dormir a diario desde hace meses. No he leído su último libro, pero su razonamiento, con el que comulgo,  si no he entendido mal su mensaje, vendría a ser: El euro no corre el más mínimo peligro. Desde la periferia valoramos muy negativamente nuestra situación de crisis financiera, España es hoy un país deprimido. Y lo esencial es que la ensalada de crisis financiera se salpimenta con tijeretazos que afectan directamente a necesidades básicas de la población lo que en ausencia de crecimiento y dada la precariedad generalizada de las rentas del trabajo deriva en crisis económica.

Nuestra percepción está amenizada por el coco de la salida del euro.  En Alemania no obstante la cuestión tiene otra cara bien distinta: La crisis es en realidad el mejor de los mundos posibles: permite al gobierno financiarse gratis, incluso con “premio” por pedir prestado dinero. En realidad desde la Segunda Guerra Mundial a los países centrales nunca les había ido tan bien. Los (bancos) alemanes (entre otros) carecieron de escrúpulos para hinchar la burbuja inmobiliaria española hasta límites demenciales. Nada es porque sí: Sabían perfectamente lo que se llevaban entre manos:  El capital privado del centro financió más que generosamente la política de crédito infinito de los bancos españoles, a sabiendas que la operación de vaciado del excedente social se saldaría en el peor de los casos con la absorción del riesgo privado por parte del Estado. Así que se vendieron Mercedes a mansalva, y se enladrilló toda España, obteniendo enormes rentas. Así que todos contentos… Hasta que quebró toda posibilidad de aquilatar las hipotecas o elevar más los precios de las viviendas… al fin y al cabo la economía real no daba para más… Además los bancos alemanes estaban muy expuestos al riesgo por su participación muy activa en la burbuja inmobiliaria USA, y eso excede las posibilidades de control directo del mercado doméstico. Tocaba cobrar, y en esas circunstancias no queda otra opción que que acudir al patrocinio del Estado quien hasta entonces había colaborado calladamente con el capital financiero dimitiendo de sus funciones de control macroeconómico. Claro que ¿Quién le pondría el cascabel al gato cuando el milagro español iba viento en popa?

Revisando la prensa, he encontrado en Sistema Digital http://www.fundacionsistema.com una apreciable síntesis elaborada por Juan Torres López de lo que significa el “rescate” de la economía, resulta estimulante que el artículo en realidad sea de diciembre de 2010 con todo lo que ha llovido desde entonces. Me permito reproducirlo tal cual más abajo en cursiva azul porque creo que aporta un juicio equilibrado respecto a lo que implica ese concepto.

 ¿Acabar con el Euro ahora que toca cobrar? ¡Para nada! Imaginen lo que significaría para el centro una hipotética vuelta, pongamos que a la peseta con la consiguiente redenominación de la deuda en una moneda devaluada pongamos que un 40%. ¿Y con qué sentido? El gobierno capitaneado por el Señor Rajoy ha intentado colar la socialización directa de la deuda vía nacionalización de activos ruinosos, y no le ha salido bien porque la famosa prima de riesgo (nacional y de los países creditores) se dispara solo de pensar en lo que implica convertir la deuda privada en pública (el liberalismo puede ser muy pátético).  

Se cerraba el camino al incremento del riesgo-país conjunto, para España y para los países centrales. Así que siguiendo las apetencias de estos últimos es preferible inyectar directamente dinero en los bancos españoles, dinero que va a ir a parar íntegramente a sanear las deudas con los bancos alemanes, una deuda que va a lastrar las posibilidades de crecimiento pongamos que por una década, posiblemente más. ¿Romper el euro? ¿para qué? De todas maneras los bancos alemanes cobran, seguiremos siendo sus rehenes financieros vía deuda consolidada de los bancos españoles y un mercado cautivo, débil tal vez pero demográficamente interesante para sus productos. Los que se hicieron de oro con el expolio siguen siendo adictos a los coches alemanes, y la exportación ha comenzado a caer seriamente en Alemania.  La famosa disciplina financiera de la Sra. Merkel no es para Alemania: Es para nosotros y “su” euro, que por cierto anda devaluado frente al dólar, lo que no está tan mal a efectos de balanza comercial pese a las malas cifras de exportación, que vinen a ser una señal de alerta para ellos. Este es el mejor de los mundos posibles para los países del centro de Europa, quienes armaron esta crisis y ahora utilizan sabiamente los mecanismos institucionales que les ofrece la cobertura europea para quedar a salvo del contagio por lo que respecta a nosotros. Vamos, que se han ido de rositas… Y aquí se han asegurado su posición imponiendo gobernador del Banco de España y engordando sus atribuciones con funciones cedidas por el Ministerio de Economía… Ahora que los resultados económicos de estos países ya no son lo que eran, me juego algo a que levantarán el freno un poco en cuanto se formalicen plenamente los rescates de España e Italia, y quien sabe si incluso les de por poner a funcionar la máquina de imprimir billetes, al fin y al cabo hay que vender coches y trastos varios y un poco de inflación ya no parece el fin del mundo cuando se trata de cumplir con reglas de oro.
 

No me resisto a expresar mi acuerdo con S. Niño Becerra: El Sr. Krugman, ahora de vacaciones, anda un poco perdido respecto al tema del euro con su obstinación en la ruptura. Quiero pensar que su insistencia machacona está motivada por las teorías que desarrolló en en el pasado, porque la verdad es que su insistencia en la ruptura no está basada en hechos, y sí, tiene un cierto tufo de perseguir un fin oculto o desestabilizador. Que conste por lo demás que soy asiduo lector suyo, y desde luego que ante la incertidumbre acumulada no hay ningún imposible que no se pueda alcanzar.


 Así que ya saben, a nivel nacional: ¡Que viene el coco!



Artículo de la revista “Sistema Digital”, Juan Torres López
 

¿A QUIÉN INTERESA Y CÓMO SERÍA EL “RESCATE” DE ESPAÑA?



Cuando se está hablando tanto de la necesidad, de la inminencia o de la posibilidad de un "rescate" de la economía española conviene reflexionar y poner algunas cosas en claro.



Se dice que un grupo de países o instituciones, como podrían ser la Unión Europea o el Fondo Monetario Internacional,"rescatan" a un país cuando le conceden un crédito a pagar en un determinado plazo que le permite cubrir los "agujeros" que por diversas razones (generalmente por acumulación de déficit y deudas) hayan podido producir su insolvencia. Pero hay que tener en cuenta que esos agujeros pueden ser de naturaleza muy variada. Así, muchas dictaduras y gobiernos militares de los años setenta y ochenta endeudaron a sus países, con la connivencia de los grandes bancos internacionales, con préstamos que en ocasiones ni siquiera llegaron a ellos sino que se utilizaron fuera del país para negocios corruptos. Otras veces los utilizaron en obras completamente inútiles o directamente para enriquecer a los grandes empresarios y banqueros.

En el reciente caso de Irlanda, la necesidad perentoria de "ayuda" se debe a que hay que cubrir las pérdidas multimillonarias del sector bancario. Y una parte importante de la deuda pública griega que ha sido "rescatada" recientemente se originó para comprar armamento a Francia o Alemania.

Cuando la acumulación de deuda a la que no se puede hacer frente es muy grande, los acreedores son los primeros interesados en que se produzca el "rescate" del país pues de esa manera se aseguran su reintegro. Y suelen ser ellos los que lo promueven. El dinero que llega con el "rescate" se dedica a saldar sus deudas y la nueva que se origina con las instituciones que rescatan la pagan los ciudadanos en su conjunto a lo largo del tiempo. Los "rescates" consisten, pues, en convertir deuda privada, que por lo general han generado y disfrutado los sectores más ricos, en deuda pública que pagarán principalmente las clases de rentas más bajas.

Pero la cosa no queda ahí. El "rescate" no se produce nunca como una dádiva sino a condición de que el país "rescatado" cumpla una serie de condiciones. La primera, que esta nueva deuda tenga siempre carácter preferente y, además, que se tomen las medidas de política económica y cambio estructural que convengan a quien "rescata".

Gracias a ese procedimiento, la deuda externa que se originó en muchos países a lo largo de los años setenta y ochenta fue la antesala de la aplicación de las políticas neoliberales que promueven el Fondo Monetario Internacional y los grupos más poderosos del mundo que, para cerrar el círculo, son además los que se benefician del saldo de la deuda.

Pues bien en relación con la situación española habría que preguntarse si el "rescate" es necesario, es decir, si es que España es insolvente y no puede o no va a poder pagar su deuda, y qué efectos tendría.

La deuda española tiene dos componentes, la deuda pública y la privada. La primera es de unos 600.000 millones de euros pero en relación con el PIB es casi veinte puntos menor que la media europea. Se puede afirmar que es sostenible y que a poco que la economía crezca incluso moderadamente se puede ir amortizando sin problemas. Además, como todo el mundo sabe, ha crecido extraordinariamente en los últimos meses pero como consecuencia del impacto también extraordinario de la crisis. Si bien es un problema al que siempre hay que hacer frente, no tendría por qué generar una situación de insolvencia ni muchísimo menos. Los problemas que está provocando actualmente podrían aliviarse casi por completo si se recuperase la actividad económica aplicando las políticas adecuadas para ello, si se frenara la actividad de los especuladores y, con más seguridad aún, si hubiera una estrategia de apoyo por parte del Banco Central Europeo como expliqué en otro texto (
El Banco Central Europeo frente a la deuda: se necesita algo más que comprar bonos).

Sin embargo, es cierto que podría plantear una grave problema si la actividad económica se sigue deteriorando como consecuencia de la aplicación de las políticas equivocadas que se vienen adoptando y si no se cambia de rumbo pronto hacia otra base de generación de actividad pues el modelo anterior es justamente el que provocó los problemas que sufrimos, si no encuentra financiadores a pesar de ser limitada en su cuantía o si se encarece en demasía, lo que suele ser el resultado de que se recurra al mercado en lugar de a los bancos centrales y de que se permita que los especuladores que lo controlan aprovechen la situación para provocar alzas en los tipos o para extorsionar a los gobiernos. Y también si alguna o varias de estas circunstancias, aunque se dieran en pequeña medida, coinciden al mismo tiempo en momentos en los que se concentre una cantidad más importante de ventas de títulos de la deuda (como va a ocurrir en los primeros meses de 2011).

La deuda privada española es mucho mayor que la pública. Las familias españolas deben aproximadamente un billón de euros a los bancos y las empresas algo más de 1,3 billones. Y, por otro lado, los bancos españoles tienen deudas, por su parte, tanto con el Banco Central Europeo (aunque fluctúa mucho, algo más de 60.000 millones de euros en estos momentos) como con otros bancos del resto del mundo, en una cantidad global muy difícil de cuantificar pero de cuya magnitud da idea el que tengan que amortizar unos 200.000 millones de euros en 2011 y 2012.

El problema se plantea lógicamente cuando toda esa deuda empieza a fallar, cuando la economía no genera suficientes ingresos y aumenta la morosidad como viene ocurriendo como consecuencia de la crisis, y es especialmente grave cuando el incumplimiento afecta a extranjeros y cuando, además, está concentrada en pocos acreedores, como en gran medida está ocurriendo con España.

Según el último informe del Banco Internacional de Pagos, España tiene una deuda de alrededor de un billón de dólares con bancos extranjeros, de la cual un 11% procede del sector público, un 25,7% de los bancos españoles, un 36% de empresas y el resto (26,6%) de operaciones con derivados que implican principalmente a la banca.
La cuestión, pues, está en dilucidar, por un lado, si los bancos españoles podrían absorber sin problemas la morosidad al alza y las pérdidas patrimoniales derivadas del estallido de la burbuja inmobiliaria porque estos bancos, a su vez, han financiado esa deuda con préstamos que han recibido de bancos extranjeros. Y, por otro lado, si los bancos extranjeros, y principalmente europeos, van a esperar a que todo vaya solucionándose o si van a tratar de garantizarse el pago de deuda mediante un "rescate".
Aquí, precisamente, radica el quid de la cuestión.

El incremento de la deuda privada española es el resultado de dos circunstancias coincidentes. Por un lado, los bancos de países con exceso de ahorro como los alemanes tuvieron un excedente muy grande en los últimos años y en lugar de dedicarlo a impulsar el desarrollo económico alemán y a favorecer el incremento de las rentas en aquel país, lo dedicaron a financiar a bancos de otros países, entre ellos los españoles. Por otro, para obtener esa financiación lo que hicieron los bancos españoles fue vender a los alemanes activos financieros vinculados al negocio inmobiliario (cédulas hipotecarias por ejemplo).

Cuando estalla la crisis eso produjo un hecho singular que a grandes rasgos es el siguiente. Gracias a las normas contables existentes, los bancos españoles podían seguir valorando los activos relativos al negocio inmobiliario al precio de adquisición (y no al más bajo que tienen cuando estalla la burbuja). Pero los bancos alemanes tienen su inversión en títulos secundarios (no la hipoteca original que tiene el banco español, sino el derivado de ella que han comprado para financiarlo) que han de valorar al precio actual de mercado.

Así, los bancos españoles han podido ocultar sus pérdidas verdaderas porque siguen contabilizando activos descapitalizados al valor anterior pero los alemanes sí las registran. Y la cuestión radica, por tanto, en saber si los bancos alemanes (en la mayor parte, aunque también el resto de los grandes acreedores de España) van a confiar en que se irá saliendo bien de la situación actual y así cobrando poco a poco si, por el contrario, prefieren asegurarse el cobro de su deuda "rescatando" a España antes de que ésta, si no mejora la situación económica o si se ve acosada por los especuladores y se ve obligada finalmente a declarar que no puede hacer frente a compromisos.
Si esto último ocurriera sería fatal, porque el “default” de España arrastraría con él a los bancos europeos y quizá a otras economía. De ahí que muchos acreedores piensen que es mejor forzar el "rescate".

Pero un "rescate" de España tiene graves inconvenientes. El mayor, que el dinero que habría que poner para llevarlo a cabo es mucho: se ha llegado a decir que incluso alrededor de 500.000 millones de euros, o incluso más, una cantidad que desestabilizaría a toda la zona euro no solo desde el punto de vista financiero o monetario, entre otras cosas, porque daría pie a que otros acreedores quisieran hacer lo mismo con la deuda de otros países…

Pero, por otro lado, la operación de "rescate" tendría para los grandes grupos de poder otras ventajas no solo financieras. Daría un extraordinario impulso a los bancos y justificaría un replanteamiento general de la estrategia europea en la líneas que al parecer desea, yo creo que muy equivocadamente, el gobierno y los grandes centros del poder económico alemanes. Además, el "rescate" iría acompañado de un programa de reformas de liberalización en España en la línea neoliberal que lógicamente sería proporcional al shock que provocaría la situación y a la inmensa cuantía del rescate, lo que daría satisfacción a los sectores que lo vienen reclamando desde hace tiempo.
De todo lo anterior se podrían deducir tres conclusiones fundamentales.

En primer lugar, que el "rescate" de España sería en realidad y como en otras ocasiones, el de sus acreedores y, en este caso, principalmente de los bancos alemanes y europeos, lo que da a entender que efectivamente éstos pueden estar altamente interesados en que se lleve a cabo. Y dado que el "rescate" justificaría la aplicación de medidas de liberalización excepcionales, podría aventurarse también que en él pueden estar igualmente interesados sectores nacionales que quieren "transformar" España en esta línea ya expresada al Rey por grandes empresarios y líderes de opinión.

En segundo lugar, que la economía española no es en estos momentos insolvente ni hay razones estructurales que aventuren que tenga que estar en esa situación (salvo que se sigan aplicando durante mucho más tiempo las equivocadas políticas de austeridad actuales y que se tarde en modificar las bases de nuestro modelo de crecimiento), de modo que su "rescate" solo podría ser consecuencia de un proceso provocado o inducido.

Tercero, que esa inducción del rescate podría venir por dos posibles vías. Una, la presión especulativa muy fuerte concentrada en algún momento, posiblemente a finales de enero o en febrero de 2011 cuando se negocie el gran volumen de emisiones de deuda inmediatamente posteriores. Otra, por una presión externa que fuerce a reconocer la situación patrimonial real de los bancos españoles hasta mostrarla como explosiva y de ahí se obligue a intervenir para actuar con ellos como con los irlandeses.

No sé si eso va a ser inevitable o no, o si las autoridades europeas ayudarán a evitar o a que se produzca el "rescate". Pero tengo la impresión de que un gobierno solo dispuesto a cumplir con las demandas constantes de los acreedores y especuladores para tratar de generarles confianza, como hizo precisamente el irlandés, lejos de ahuyentar el peligro, lo va a atraer sin remisión. Y también la seguridad de que si la ciudadanía no influye en el proceso será la que finalmente pague, en cualquier escenario que se produzca, sus consecuencias.

Juan Torres


sábado, 14 de julio de 2012

Para empezar ¿Dónde estamos?

 


Ahora sí, comienzo mi itinerario de desaprendijaje económico semanal chapoteando a mi aire con algunos conceptos básicos, sin más prejuicios que los que me dicte mi propia versión del sentido común y sin pedir permiso ni perdón para equivocarme si se tercia (para eso invierto tiempo y placer desaprendiendo). Al final de cada post dejaré apuntadas las ideas que considere relevantes para ir incorporando a una lista que “viva” o sea dinámica, que se ha de ir haciendo a sí misma sin más ni menos pretensiones que fijar mi criterio al respecto. Dejo abierto el blog a quien quiera acompañarme en ese cometido.

Para ir entrando en materia comienzo por introducirme en la visión ortodoxa del estado de las cosas. Creo que a efectos prácticos resulta un buen punto de apoyo inicial el visionar una colección de tres videos de Julián Pavón, caracterizada por la apreciable virtud de la síntesis.

 Conviene, por ello, tener bien presente la prevención de no confundir economía con ciencia económica. La segunda configura a la primera y viceversa, pero la relación deja de ser simétrica y equilibrada, y por fuerza no hay análisis ni predicción que no pase por simplificar y pulir lo esencial, que no siempre coincide con lo relevante dadas las circunstancias. Dicho esto, el profesor Pavón proyecta sobre el devenir económico actual la sombra de dos fantasmas esenciales para entender la economía de mercado: Hayek y Keynes.

Los augures neoliberales se han dado prisa en apartar el legado de Keynes del discurso acerca de la realidad económica. Ciertamente, el fantasma deLord Keynes dista de estar cerca del corazón del discurso dominante en Europa, pero se vislumbra continuamente su silueta al enfrentar las virtudes de la austeridad, la medicina genérica a largo plazo europea, frente a la praxis de EEUU centrada en el crecimiento.

La austeridad sin crecimiento es mala medicina. ¿Se acuerdan de la crisis de los 30 del siglo pasado? Pues bien: Justamente actualmente estamos de revival  del final de los años 20. Pero una vez más, y por lo que nos atañe bien vale decir que “Spain is different”. La crisis que acabó deshinchando el paradigma keynesiano a escala mundial en España nos pilló con el paso cambiado. Fue profunda pero se retrasó hasta fines de los 70, y conviene recordar que en aquella época la economía española se consideraba “en vías de desarrollo” por utilizar el eufemismo habitual para clasificar a los países pobres. Ha llovido mucho desde entonces, y uno de los cambios relevantes en España viene marcado por las secuelas del franquismo y de los Pactos de la Moncloa, así como por la permanente percepción del sector público como raquítico que nos ha acompañado desde entonces. Incluso yendo a contracorriente, es innegable que se ha desarrollado mucho el estado del bienestar. Baste con considerar que en ese lapso de tiempo el número de funcionarios públicos de todas las administraciones se ha multiplicado por 5. Otro tema es que la eficiencia en el cumplimiento de los objetivos de servicio público haya crecido otro tanto, y mucho menos su idoneidad social en términos de gasto público, pero ese es otro cantar. En cualquier caso sería iluso creer que tal proceso de desarrollo del gasto y la inversión pública hubiera sido posible sin el paraguas de la U.E. y sí, sin los bajos tipos de interés que por otro lado aprovisionaron a los bancos de gasolina para inflar el globo de la burbuja inmobiliaria con el visto bueno y bajo el paraguas de los “inversores” del centro de Europa.

Pero la mayor virtud de los tres videos del profesor Pavón radica en su efectividad  para ayudarnos a salir del letargo en que nos tiene sumidos el discurso acerca del pago de la deuda de los bancos. El debate acerca del mercado que tenemos, e indirectamente acerca de la sociedad que lo ampara existe, aquí y ahora. La estrategia del partido hegemónico en España está en las antípodas de reconocer tal cosa, ahogados como están entre varios frentes,  con la espada de Damocles añadida de la responsabilidad social que implica sostener a ultranza las tesis de Hayek, lo que más allá de sumir al país en la recesión nos aboca a la depresión económica ¿o un 25% de tasa de paro es “normal” incluso en este paraíso del trabajo en B –desregulación máxima-? Con o sin hombres de negro con acento germano, la tesis dominante es “cuanto peor, mejor”; más austeridad para crecer a largo plazo, más impuestos para cubrir el agujero del gasto que los “inversores” nacionales o extranjeros no van a financiar. No cabe la posibilidad de pensar en términos de crecimiento, aun con cierta inflación, y la dimisión de las responsabilidades sobre políticas reguladoras va a traer aparejada  una muy severa contracción del crecimiento, que difícilmente va a sanear la economía ni va a ayudar a las familias y a las empresas a  sobrevivir.  Ello traerá aparejado que cualquier acontecimiento negativo que suceda en el extranjero va a ser amplificado aquí por miedo a ir de mal a peor. Y ya de paso, dado que Alemania controla al Banco de España, se va a controlar al menos durante la próxima década el recurso a inflar otra burbuja, algo para lo que históricamente han demostrado su coraje y valía las élite élites política de todas las administraciones de este país lo que creo que para bien se le va a escapar de las manos al partido dominante.

Les dejo con los tres vídeos. Son un poco largos para ver en pocos minutos, pero creo que la inversión de tiempo está premiada con un retorno objetivo: China entra en juego y no podemos permitirnos el lujo de seguir resistiéndonos a ver en ese país lo que ya es y lo que va a representar a medio plazo. Y sí, el enfoque a lo Hayek de la economía de mercado tiene mucho que ver con China. Si hay algo positivo al que sí apunta la vieja escuela austríaca es la INDEPENDENCIA respecto al mercado de capitales. Y no es un argumento menor, que no hay por qué confundir con el fomento de la economía financiera especulativa, que por otra parte esta escuela ampara con su acerba aversión a la regulación. EEUU está, en efecto, hipotecado con China. Y en este caso, lo que es bueno para cualquier individuo sí lo es para la economía en su conjunto. ¿Por qué no elevar impuestos para crecer? Esa es otra vieja discusión… 

Cuando yo estudiaba hace ya ve se hablaba de los “tigres” asiáticos China quedaba fuera del mapa. O mis profesores eran miopes, que creo que no lo eran, o no éramos capaces de ver la seriedad de “hay que estar en China”. Bueno, sí, hay que estar para vender en igualdad de condiciones ¿no? Pues no. El problema no estriba desde ya mismo en vender en China o fabricar barato allí. El problema pasa por sobrevivir a la competencia de China. Y olvidémonos de tópicos. La competencia China va a traer aparejada un profundo cambio cultural de tipo “a la fuerza ahorcan”. El capitalismo no es lo que era hace dos décadas. La cultura del trabajo va a tener que cambiar, eso sin duda, y se va a notar pronto. Creo que el vídeo complementario del profesor Pavón es certero al respecto, no obstante, yo no soy tan crítico con la cultura judeocristiana, ni con el individualismo. Mal entendido es una invitación al desastre, pero creo que dentro de una cultura de libertad y responsabilidad social también es una excelente herramienta de trabajo y un muro de contención contra la hiperproducción imposible de sustentar a sí misma. Pronto empezaremos a hablar de tentaciones proteccionistas y las propias contradicciones chinas así como el maridaje financiero con EEUU pueden deparar sorpresas desagradables.

 Más allá de la estrategia internacional y la tienda “todo a cien” de la esquina  se está gestando un cambio de paradigma. Veremos de qué lado estamos.



Mis ideas de lo visto en este post son:

- DE NADA SIRVE LA VIRTUD (AUSTERIDAD) SIN CRECIMIENTO. El potencial destructivo en términos de bienestar es grave vs. la miseria sólo engendra miseria. Una demanda agregada declinante no puede ser incentivada con precariedad y hay que tener bien presente que no se puede confundir intereses del mercado con intereses sociales (Enfoque Keynes)


- Si hay una virtud por la que vale la pena sacrificarse en términos sociales es por la INDEPENDENCIA. Pero la independencia económica tiene un coste. Si no se puede ir a pedir prestado fuera es imperativo, y a la larga mejor, incrementar la presión fiscal PARA INVERTIR en desarrollo productivo que sustente el bienestar más allá del aquí y ahora.


- Ambas escuelas amparan la LIBERTAD individual (y colectiva) como un criterio y un fin del que depende el buen desarrollo de la economía. Los desastres del neoliberalismo dan la razón al enfoque keynesiano respecto a la regulación de los desequilibrios generados por intereses privados, mientras que excesos de la planificación contra la realidad del mercado generan esclavitud (deuda). Sin compromiso con el crecimiento no es posible un pacto social sustentado sobre la responsabilidad soberana de los ciudadanos. Ello no es un tema menor en una década que se prevee dura y que va a exigir sacrificios adaptativos. No cabe esperar ayuda externa más allá de la limosna. Desde luego, sea desde el enfoque que sea la mediocridad y dudosa credibilidad de nuestros políticos no augura soluciones óptimas.

viernes, 29 de junio de 2012


Esta noche de San Juan es digna de un exorcismo en paños menores. Así que saboreo el bochorno salpicado con escasos soplos de brisa fresca mientras medito sobre mis demonios. Mi única conclusión es que estoy harto de estar harto del estado de las cosas públicas. Deseo sacarme escoria de encima y purificarme filosóficamente. Con ese fin voy a ejercitarme públicamente en este blog.

Y les ruego que disculpen que no me presente: Mi nombre es J.B.F. , es decir Don Nadie. Mi profesión, mi único lujo y mortaja cotidiana me aconseja esconderme en el anonimato, cuestión sobre la que he dudado un tanto. Pero bien pensado lo único cierto por lo que respecta a un mero blog de opinión como este  es que nace en un mundo que sin dinero pasa de plural a singular con excesiva facilidad, así que por lo que me afecta mientras busco trabajo opto por seguir siendo Don Nadie ahora y al menos hasta que me canse.

¿Saben? Soy de los pocos economistas que en 2006 estaba convencido de que algo muy grave estaba pasando en nuestro bello paraíso. Es más, estaba acojonado en medio de la feria. Y lo digo humildemente, porque puedo. La profesión estaba por esa época anestesiada entre el keynesianismo popular propagado por los banqueros, el milagro español de los políticos y la nada más pura del neoliberalismo popular de mis compis.

No soy el Niño Becerra, sino lumpen empresarial, pero he tenido que tragar mucha verborrea teórica de apóstoles liberales, heraldos del crecimiento ilimitado que –se supone- sabían más de economía que el libro gordo de Petete y ahora resultan ser sin excepción  preclaros augures de la crisis. Y lo peor no es la verborrea, claro, que uno tampoco es masoquista. Todos vivimos las consecuencias de los millones de decisiones financieras que se esconden detrás de un discurso que prima única y exclusivamente el egoísmo como motor de la economía. ¿A alguien le puede extrañar hasta dónde hemos llegado? No creo que la situación general de la economía española sea como para tirarse de los pelos, al menos todavía. Está mal, estructuralmente mal, pero apunta a peor. Ya iremos viendo todo eso.

 Así que a los liberales, teóricos y prácticos, con o sin neo-, los de las cátedras y las trincheras empresariales, mis colegas al fin y al cabo, les dedico una sonora colleja y mis insignificantes entradas en este blog. Comprendo el cambio de orientación que muchos de ellos están sufriendo ya que se han de ganar la vida aunque ignoro si honradamente, como vienen haciéndolo hasta ahora por ejemplo como vendedores de hipotecas o implantadores de  filosofías de la miseria.

 Y yo a lo mío, que es pasármelo teta con la economía y creo que para eso por lo menos serán un excelente y fragante abono.

Por cierto, que ya a mis años abjuro por completo de querer cambiar el mundo. Nunca he tenido alma incendiaria, ni falta que me hace. Así que quien quiera sangre mejor que vaya a buscarla a otro lugar. Yo me conformo con aplicar el principio “ec”, es decir, eclecticismo casero, sin aspirar a más. De lo que no puedo abjurar es de la consideración que el centro de la economía es la promoción del bienestar, del ser humano en todas sus dimensiones. Renunciar al bienestar como objetivo de la economía a nivel macro y microeconómico implica aceptar la dictadura de la mano invisible como algo socialmente deseable.  ¿O será que me confundo con su prima, la mano negra, con tendencias choricillas?

Y ya para empezar un avance del contenido mi entrada de mañana. Se me ha ocurrido al escribir el texto de más arriba: Hablaremos del Keynesianismo popular, jugoso concepto apto para todos los públicos, versus como enladrillar el solar patrio, aunque para ser sinceros podría llamarse como la película: “Coge el dinero y corre”. Pero yo me voy a autolimitar: A ver qué encuentro por ahí desperdigado. Siempre es mejor ilustrarnos con los comentarios y aportaciones de nuestros líderes en aquél momento y –mucho me temo- que ahora.  Así que hasta pronto: Sean serios y pásenlo en grande esta noche… si pueden, claro.